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TLAXCALA, Tlax., 20 de enero de 2023.- Sergio Bautista, fotógrafo oficial del Gran Premio de Fórmula 1 en México, expondrá galería fotográfica el próximo 27 de enero a las 17 horas, en el salón Los Espejos, que se ubica dentro del Hotel San Francisco en la ciudad capital.
En entrevista para Quadratín, Sergio Bautista contestó algunas preguntas:
Q: ¿Sergio cuándo fue tu primer contacto con una cámara?
S: Mi primer encuentro con la fotografía es un crisol de imágenes, recuerdos y sueños.
Es difícil recordar mi primer contacto con la fotografía, lo que me viene a la mente es el recuerdo de mi mamá en los festivales del kinder capturando tesoros, momentos congelados el tiempo, guardados en esa caja negra donde guardaba y hacía suyo lo que más amaba, sus hijos.
Q: ¿Recuerdas la cámara?
S: Claro! Marca kodak, cuadrada, negra, frágil y mágica, aquella cámara, reliquia de los años 80´s encierra los sueños de un niño empezando a observar el mundo más allá de su hogar. Un mundo condensado y encerrado en el closet de mis abuelos donde, en viejas y nuevas revistas de Life y National Geographic, en cuyas hojas, algunas ya amarillentas por el paso de los años, había tantos olores como miradas de personas de otros tiempos. Aquellos ojos encerraban penas, dolor y sufrimiento. Pero también alegría, triunfos y esperanza. Tenían el sabor a historias de la Guerra Fría, el desastre de Chernobyl y la explosión de San Juanico.
Sabores hablando de ideas disparatadas de un próximo año 2000, apocalíptico, fantástico y utópico. Donde el mundo llegaría a su fin o bien la raza humana conviviría con robots y naves espaciales que nos llevarían a través del cosmos.
Q: ¿Cuál fue tu primera cámara?
S: Era el año 2000, el mundo no se había acabado, tampoco naves espaciales surcaban el cosmos colonizando otros planetas. No había robots que hicieran nuestras labores domésticas o platicaran amena y alegremente con sus amos, los humanos.
Bon Jovi, Robbie Williams y Daft Punk sonaban en la radio. Eran mis primeros meses como cajero en la tienda Mix Up y mi vida parecía no tener rumbo fijo.
La introspección siempre es una balsa a la que se puede acudir cuando el mar de la vida nos embiste con su oleaje. Regresar a mis orígenes fue la llave que me abrió aquella puerta que nos lleva del presente al futuro actual. Sin esa llave, este libro no sería posible.
El volver a sentir aquellos acetatos en la casa de mi tío, revivir las miradas de revistas dormidas en el closet de mi abuelita y sentir el peso del amor de mi mamá en aquellas fotografías de niño, me hicieron darme cuenta que mi camino siempre estuvo claro. Cuando niño, una pregunta recurrente de las maestras que tuve era: ¿Qué vas a hacer cuando seas grande? Incluso, Miguel Mateos atinadamente, compuso una balada acerca de tan importante decisión cuando uno es niño o incluso joven.
Y la vida, de la mano del gran hacedor del universo, conjuga y conjura la vida de las personas, para que estas, actúen como instrumentos y acordes de la sinfonía de nuestras vidas.
En la misma tienda, en el mismo tiempo, en la misma sintonía, un compañero, en nuestra hora de comida, llego al mismo lugar donde yo estaba. Como todo buen mexicano, se sentó a mi lado y comenzamos a platicar de la pasada Eurocopa del 2000.
Un tema nos llevó a otro y, sin darme cuenta, mi amigo comenzó a platicarme de su cámara fotográfica. Para mi sorpresa, ese día llevaba su Nikon FM10. Al regresar a la tienda, en el área de vestidores, mi amigo me reveló lo que sería el inicio de mi romance más duradero. Al sentir aquella caja mágica, cuadrada, negra y frágil en mis ansiosas manos, el sentimiento de haber encontrado mi camino ardió en mi pecho como un regalo celestial.
Durante tres meses ahorré. Llegó diciembre. El mítico año 2000 llegaba a su fin. No hubo Apocalipsis, ni viajes cósmicos ni amigos robots. Pero para mí, el año 2000 marcó una nueva era. Con mi aguinaldo de ese diciembre, acompañado de mi amigo, compré mi Nikon FM10 en la tienda de Foto Regis de la Avenida Juárez. Si alguien ha tenido la fortuna de ser padre, sabrá con exactitud el gozo que se experimenta la primera vez que uno carga a su primogénito después de nueves meses de esperarlo con la ilusión cargada de amor. Por fortuna, he tenido esa sensación más de una vez, ya que soy padre de cuatro hijos biológicos. En más de una forma, con aquella FM10 volví a nacer. Nikon tenía un nuevo hijo y yo, una nueva manera de ver el mundo.