Día Mundial del Arte: Un homenaje a la creatividad y la expresión
EEl movimiento obrero mexicano surge en el auge del modelo idílico de la paz impuesta por el porfiriato. La minería existía desde la colonia pero en el México independiente surgió la industria textil, focalizada en las ciudades de México, Puebla-Tlaxcala y el centro de Veracruz. Fue, porque no había más, la principal fuente de empleo en la segunda mitad del Siglo XIX.
El progreso del país (aunque lo disfrutaran sólo unos pocos) era evidente. A pesar de las serias desigualdades y de las relaciones semifeudales que prevalecían en el campo y en la incipiente industria, el gobierno de Porfirio Díaz, el gran pacificador, el gran impulsor del desarrollo, era puesto como ejemplo ante muchos gobiernos, ya desde entonces (y hasta ahora), en vías de desarrollo.
Hacía muy poco que había tenido lugar la sangrienta represión contra los mineros de la Consolidated Cooper Company, propiedad de un coronel aventurero y millonario, William C. Green en Cananea, Sonora. Aquellos pedían un salario diario de 5 pesos por 8 horas de trabajo, destitución de un mayordomo, derecho a ascenso de mexicanos según aptitudes y ocupación de al menos 75 por ciento de trabajadores mexicanos.
En ese tiempo Cananea tenía 5 mil 360 trabajadores mexicanos y 2 mil 200 extranjeros. Se pagaba allí salario mínimo de dos pesos y máximo de seis.
Bajo el influjo del magonismo y de la ebullición radical anarco-sindicalista que plagaba fábricas y minerales al otro lado de la frontera, en California y Arizona, los trabajadores de Cananea habían iniciado su organización y con esas demandas se lanzaron a la huelga, huelga acompañada de lucha y respondida con represión; en tres días hubo mítines, motines, saqueos, incendios, diez muertos y cien presos.
El movimiento fue sofocado a sangre y fuego por rangers y voluntarios de Arizona, auxiliados por 500 soldados mexicanos que movilizó el gobernador Rafael Izabal. Y aún no se disipaban los ecos del levantamiento cuando aparecía otro, esta vez en la factoría textil de Río Blanco, Veracruz.
Las ideas y las propuestas libertarias de Ricardo Flores Magón habían echado raices sobre todo en la industria textilera; y desde la Ciudad de México y Puebla, a través del ferrocarril hasta Veracruzos proliferaban los clubes liberales. En 1905 se había fundado en Rio Blanco la Sociedad Mutualista de Ahorros que logró numerosos adeptos y el 1° de junio de 1906 se constituyó el Gran Círculo de Obreros Libres promovido por José Neira Gómez y Juan Olivar, delegados del Partido Liberal Mexicano. El gran círculo mantenía relaciones secretas con la Junta Revolucionaria residente en Saint Louis, Missouri y de la cual Ricardo Flores Magón era presidente. En diciembre de 1906, obreros textiles de Tlaxcala y Puebla se declaran en huelga para exigir mejores condiciones laborales. Para frenar la creciente organización del movimiento obrero en la región, los industriales realizaron un paro patronal (lock-out) el 24 de diciembre en toda la zona industrial. Los obreros solicitan la intervención del presidente Porfirio Díaz, quién favorece a los empresarios y ordena la reanudación de labores en las fábricas el 7 de enero de 1907, no sólo sin satisfacer las demandas de los trabajadores sino atentando contra la libertad de asociación y prensa de toda la vida social.
El 7 de enero de 1907 los obreros se negaron a volver a sus puestos en la fábrica de Rio Blanco, (situada entre Orizaba y Nogales, Veracruz, y en las mismas puertas de la empresa, acordonada por mujeres que frenaban a quienes sí volvían, empezó la agitación con vivas a Juárez y gritos contra los españoles y franceses que controlaban fábricas, comercios y privilegios en la región. El mitin siguió en la tienda de raya., vecina de la fábrica, donde un empleado derramó la gota al disparar contra un trabajador. El trabajador murió y la tienda fue saqueada e incendiada. Acudió la policía y fue rechazada. Los rurales cargaron machete en mano pero fueron repelidos a pedradas. El tumulto cundió y a la mañana siguiente, enardecidos y avituallados por el saqueo, los huelguistas liberaron a los presos de la cárcel y marcharon hacia el vecino pueblo de Nogales con la consigna de “buscar armas”. Saquearon allí el palacio municipal, echaron también fuera a los presos y siguieron su camino, guiados todavía por el estandarte de Juárez.
“Caminábamos a gritos y cantando”, recordaría un protagonista. “Nos sentíamos libres y dueños de nuestro destino después de tanta miseria y tanta opresión. Parecía un día de fiesta”.
Pero la fiesta terminó esa misma noche pues en la madrugada del 9 de enero (hace una semana harán 110 años) llegaron a Rio Blanco dos compañías del 24 Batallón del ejército, con el Subsecretario de Guerra, Rosalío Martínez al frente. Los soldados peinaron las calles, contuvieron motines y amotinados, e impusieron la paz porfiriana.
Bernardo García Díaz, catedrático emérito de la Universidad Veracruzana e investigador de la historia de los movimientos sociales en su estado, escribió (cien años después de la tragedia), en 2007: “En el amanecer del día 9, mientras los silbatos de las fábricas volvían a llamar a los obreros, sonaban las cerradas descargas. Sobre la siniestra escenografía de las tiendas quemadas, se llevaban a efecto las ejecuciones ejemplares que la plutocracia porfirista había ordenado. De los 7,083 obreros que laboraban en las fábricas textiles hasta antes del paro, el día 9 sólo regresaron al trabajo 5,512. Los otros 1,571 huyeron de la región, fueron consignados, estaban heridos o definitivamente muertos.”
Los dos movimientos, Cananea y Río Blanco, definieron la incapacidad porfiriana para digerir intentos modernos de organización y lucha sindical. Se trataba de una clase obrera que el propio desarrollo había creado. Los nuevos grupos de trabajadores que aparecían en las avanzadas productivas de la vieja sociedad, el establecimiento porfiriano no parecía tener más respuesta que la intolerancia y la represión.
A esos frustrados intentos de insurgencia, la clase gobernante permanecía inmóvil, esclerótica, incapaz de asimilar que se trataba sólo del presagio del vendaval revolucionario que surgiría menos de un lustro después.