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CIUDAD DE MÉXICO, 19 de abril de 2019.-La profecía se cumplió y ante la mirada de miles de personas, Jesús fue crucificado en la cima del Cerro de la Estrella, tras un largo Vía Crucis de dolor y sufrimiento.
El Viernes Santo en Iztapalapa inició con el reclamo del pueblo judío a Poncio Pilatos, para que juzgara y crucificara a Jesús de Nazaret, al señalarlo como un falso profeta y brujo.
Ante ello, Pilatos pidió juzgarlo y ante la negativa de no realizar un milagro frente a sus ojos, Cristo fue condenado a ser flagelado con ramas de espinas y latigazos.
Luego de la exigencia de los judíos para que fuera crucificado, Pilatos llamó al asesino Barrabás para que la gente decidiera a quien se dejaría libre y sería crucificado y eligieron a Jesús, provocando las míticas palabras del gobernador: “Yo me lavo las manos”.
Fue así como Cristo, quien ya portaba una corona de espinas, recibió una cruz de aproximadamente 95 kilos, la cual cargo por más de cinco kilómetros de distancia.
Durante su Vía Crucis, Cristo tuvo tres caídas significativas, siendo la segunda la más importante, cuando se encuentra con María, su madre y le pide que no sufra más, ya que estaba escrito que muriera por los pecados de la humanidad.
Ante un calor fuerte y tras caminar más de una hora, recibiendo los latigazos de miembros del ejército romano, Jesús arribó al Cerro de la Estrella, donde era esperado por miles de espectadores, en su mayoría turistas, quienes con celulares y cámaras grabaron cada paso del mesías hasta el lugar donde sería crucificado.
Mientras finalizaba su recorrido, a su lado derecho se encontraba el cuerpo colgado de Judas, el traidor, quien lo vendió por 30 monedas.
Y ante la mística de un cielo nublado, Cristo fue crucificado y levantado en lo más alto del cerro, mientras miles de personas que estuvieron al borde de las lágrimas miraban.