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LETRAS DE CAMBIO
En la madrugada del jueves 21 de septiembre Frida Sofía comenzó a volverse irreal.
Cuando el secretario de Educación, Aurelio Nuño, declaró ante las cámaras de televisión que no habían localizado a los padres de la niña que, hasta ese momento, estaba bajo una pesada mesa en medio de los escombros, era la protagonista de una historia de esperanza, de un rescate pleno de valentía, comenzaron las dudas.
Lo más absurdo de todo era que no estuviesen los padres. Como tampoco estaban otros padres. ¿Qué pasaba que no estaban pendientes de sus hijos atrapados entre los escombros? Porque, también, la televisión se había encargado de propagar que había otros niños junto a Frida Sofía.
Para la mañana de ese mismo día, horas después de que estas declaraciones sembraran incredulidad, mucha gente comenzó a escribir en redes sociales que Frida Sofía había sido un montaje del gobierno en complicidad con Televisa, para “distraer” de la falta de ayuda, de coordinación, de eficiencia en las labores de rescate por toda la Ciudad de México.
Ante el costo, inmenso, de esas versiones otras voces, la mía entre ellas, comenzaron a urgir a la secretaria de Marina que saliera a decir la verdad, porque en sus manos, concretamente el almirante José Luis Vergara, estaba el mando de la operación de rescate en el colegio Enrique Rébsamen de Coapa. Y la SEMAR nos escuchó, poco antes del medio el almirante Ángel Sarmiento, subsecretario de esta institución, salió a hablar ante los medios de comunicación.
Y dijo, contundente, que Frida Sofía no existía. Que no había niños atrapados entre los escombros, que todos los alumnos de ese colegio estaban o muertos, o en el hospital, o en sus casas con su familia. Que persistía, únicamente, la duda sobre una persona de intendencia que no encontraban, y que podía ser la que correspondía a los indicios de estar viva, atrapada dentro. Solamente una persona, no sabemos si hombre o mujer. Ningún alumno.
Desmentido brutal a Televisa que, a través de su reportera, muy joven, Danielle Dithurbide, había propagado la leyenda de una niña de nombre Frida Sofía, estudiante de secundaria, de doce años, a quienes sus padres se negaban a hacer público su apellido, con la que rescatistas habían hablado e, incluso, le habían dado a beber agua… siempre a punto de ser rescatada. ¡Cuántas mentiras no aclaradas!
Televisa no aguantó el golpe y salió a cuadro, horario estelar, a desmentir al subsecretario de Marina… para asombro de quienes veíamos el enojo de Denise Maerker, sus agresiones directas a los marinos, acompañada de Carlos Loret de Mola. Y defendiendo a la joven reportera en cadena nacional.
Muchos minutos hasta que entrevistaron al almirante José Luis Vergara, que, junto con el almirante Sarmiento, había estado al mando de esa operación. Y para documentar, todavía más, nuestro asombro éste se dijo “extrañado” de las declaraciones de su superior, el subsecretario Sarmiento.
A él, expresó, los rescatistas le hablaron de una niña. Y él se lo dijo a Danielle… lo demás, es obvio, fue invento de una periodista sin rigor que fue dando espacio a lo que escuchaba, le decían con algún, interés o concluía de lo que estaba presenciando.
Vergara, definitivo, nunca dijo que esa niña se llamaba Frida Sofia. Pero su “extrañamiento” le dio un poco de aire a la versión de Televisa, que no a su credibilidad.
Quedan preguntas, muchas, entre ellas si Televisa puede prestarse a una maniobra de comunicación del gobierno federal, que ya sabemos que no tiene a los mejores asesores en esa materia para inventar a Frida Sofía… Si al almirante Vergara le ordenaron sus declaraciones negando enfático su existencia… Si el almirante Vergara se ofendió y se atrevió a confrontar a su superior en público, asunto muy grave al interior de las fuerzas armadas… o si todo pudo deberse a la falta de capacidad periodística de una joven.
Lo cierto es que, si hubo o no intencionalidad oficial en esto, en inventar a Frida Sofia, por un día se consiguió con una mentira tener la atención nacional en ese colegio y no en los demás edificios colapsados, con su cauda de muerte, y también con un gran desorden en la organización de rescate.
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