Regresa el Festival Viva Pa’l Niño; buscará diversión para las infancias
CIUDAD DE MÉXICO, 2 de noviembre de 2018.- Don Porfirio Pérez ofrenda a sus fieles difuntos pan, fruta y comida como parte de lo que marca la tradición en el Día de Muertos, así como para venerar a sus seres queridos que ya no se encuentran en vida.
Desde el jueves primero de noviembre no dejó pasar la fecha que marca la celebración del Día de Todos los Santos para traer comida a la tumba donde se encuentran los niños finados de la familia.
Este viernes 2 de noviembre, don Porfirio regresó de nuevo al Panteón Civil de Iztapalapa para seguir la celebración del Día de Muertos o de los Fieles Difuntos.
Sentado junto a la tumba de donde se encuentran sepultados solo menores, sin precisar cuántos, recuerda a Quadratín México el tiempo que lleva de fallecido uno de ellos.
Por el tiempo de difunto, uno de los niños pasó a ser joven adulto; esta vez ofrenda cigarro y cerveza.
“Por la edad, si otros años le traíamos un refresco, como ahorita ya sería una persona mayor le traemos cerveza y cigarros”, dice sobre la tradicional festividad del culto a la muerte, una de las tradiciones más arraigadas en la cultura mexicana.
Porfirio dice que de cuerpo físico ya no pueden venir a este mundo quienes fallecieron, pero cree que espiritualmente sí llegan estos dos primeros días del mes a disfrutar y degustar de lo que sus seres queridos que todavía gozan de esta vida les ofrecen con amor en su memoria.
A metros de don Porfirio, se encuentra otra familia en una de las lápidas de uno de los camposantos más grandes de la Ciudad de México.
No dejan morir la tradición de acudir en Día de los Muertos al cementerio donde se encuentran sus fallecidos.
Si no puede acudir él, acude su cuñada, sobrinos o hermanas. “Aquí estamos, no dejamos de venir”, asegura.
Reunidos en familia alrededor de la tumba, ofrendan frutas, las comidas y las bebidas favoritas, lo que más le gustaban a los difuntos.
Ni un viernes nublado y amenazado por la inminente lluvia hizo que familiares dejaran de acudir al Panteón Civil de Iztapalapa para visitar a sus finados como se cree que ellos lo hacen espiritualmente.
Incluso, familias llevaban paraguas no solo para cubrirse de la inclemencia meteorológica, entre el frío y el aguacero, también con ellas cubrían las tumbas de sus seres queridos sepultados.
Día de Muertos, sobrevive al paso de los años
La festividad de Muertos es una celebración que honra a los difuntos y data desde mucho tiempo antes de la llegada de los españoles a nuestro país.
De acuerdo a la Secretaría de Cultura del Gobierno federal existen indicios de ésta desde hace por lo menos tres mil años en algunas de las antiguas etnias mexicanas.
En sus orígenes el punto central del culto a los muertos fue la creencia de que las almas de los difuntos regresan del inframundo.
En estas celebraciones acostumbraban colocar altares con ofrendas para recordar a los muertos, en donde se llegaban a ofrendar a los Dioses las cabezas de los cautivos sacrificados.
Estos altares, denominados tzompantli, consistían en hileras de cráneos ensartados por perforaciones hechas en los parietales, los cuales simbolizaban la muerte y el renacimiento.
En sus inicios para la conmemoración del Día de Muertos se realizaban dos festividades: 1) Miccailhuitntli o fiesta de los muertitos y 2) Ueymicailhuitl o fiesta de los muertos grandes. Cada una de ellas duraba un mes.
La primera se llevaba a cabo en el noveno mes del calendario solar mexica llamado Tlaxochimaco correspondiente al mes de julio, y la segunda en agosto. Estas fiestas iniciaban cuando se cortaba el árbol del xócotl y terminaba cuando éste era derribado.
En las culturas prehispánicas se enterraban a los muertos acompañados de dos tipos de objetos: 1) De los que solían utilizar en vida y 2) de los que le podrían ser útiles en su tránsito por el inframundo.
Las tres direcciones o rumbos que podían tomar las almas adultas eran:
1)Tlalocan o paraíso de Tláloc (los que morían en eventos relacionados con el agua),
2) Omeyocan o paraíso del Sol (los que morían en la guerra, prisioneros que eran sacrificados, mujeres al dar a luz) y
3) Mictlán (por muerte natural). En tanto, los niños iban al paraíso, lugar denominado como Chichihuacuauhco.
Los españoles en un intento de convertir a los antiguos mexicanos, hicieron coincidir la fiesta de los muertos de los indígenas con las celebraciones católicas del Día de todos los Santos y los Fieles Difuntos.
En la actualidad, la celebración del Día de Muertos en México es el resultado del sincretismo religioso de estas dos culturas.
El significado de la muerte en ellas era muy diferente.
Algunas culturas prehispánicas en México creían que el lugar a donde iban las almas de los difuntos estaba determinado por la manera en que había fallecido la persona, y no por el comportamiento en vida como lo concibe la religión católica en la cual la idea de infierno o paraíso significa castigo o premio.
Considerada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) como parte de las Obras Maestras del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad desde 2003 e inscrita en la lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2008.
De acuerdo con el calendario católico, el primer día del mes de noviembre se conmemora a Todos los Santos y el día 2 a los Fieles Difuntos. Sin embargo, en la tradición popular de gran parte de la República Mexicana, el día 1 se consagra a los muertos chiquitos; es decir, a los niños fallecidos, mientras que el día 2 a los adultos o muertos grandes.