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CIUDAD DE MÉXICO, 6 de enero de 2020.- El robo y tráfico de arte sacro es uno de los negocios ilícitos más lucrativos del mundo.
En los últimos 10 años se han registrado unas 200 denuncias en México, que ni siquiera se aproximan a la realidad, y las ganancias son desconocidas porque este delito no es reportado o es clasificado por las autoridades en campos incorrectos, afirmó Javier Martínez Burgos, académico de la Facultad de Arquitectura (FA) de la UNAM.
De acuerdo con la UNAM, esta práctica ilegal inició en los años 90 del siglo pasado para financiar al narcotráfico, y hasta el presente las denuncias por venta de arte sacro son mínimas, “no hay datos reales”, lamentó el también perito de monumentos históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
En 2009 la Organización Internacional de Policía Criminal (Interpol) informó que el comercio ilegal de estas piezas en América Latina ascendía a 20 millones de dólares mensuales.
“Es una cadena de eventos que se vinculan con una industria que deja grandes ganancias al crimen organizado, mientras que las comunidades pierden piezas con un importante valor cultural, artístico y religioso”.
La compra-venta ocurre en un círculo muy específico, principalmente galerías para la sobreventa y coleccionistas que se asocian a particulares y museos.
“Algunos museos propician el tráfico cuando pretenden formar o incrementar sus colecciones sin importar de qué manera”, explicó Martínez Burgos, extitular del Departamento de Bienes Culturales del Patrimonio Universitario.
En esta cadena el narcotráfico encuentra un modo de lavar dinero, al adquirir estos bienes de alto valor, al tiempo que conforman una colección exclusiva.
Ciertas galerías de arte en México también son parte de este ilícito: adquieren piezas de invaluable valor a bajos precios y las revenden en el extranjero con jugosas ganancias. “Son vistas como una inversión segura y fácil de extraer, porque su mercantilización no está regulada”.
El universitario resaltó que estas transacciones eran tan fáciles y las obras tan valiosas, que se empezó a convertir en un negocio. “Hoy, 30 años después, por encargo hay quienes se dedican a hacer catálogos de las piezas que hay en las comunidades para después ofertarlas”.
El especialista en conservación del patrimonio cultural destacó que nuestro país cuenta con aproximadamente 400 años de producción en este ámbito: desde grandes obras pictóricas y escultóricas, hasta objetos y utensilios cotidianos de los ritos religiosos.
El restaurador de la Academia de San Carlos y de los palacios de la Autonomía y Medicina pidió valorar este arte, hacer conciencia de su importancia y la implicación de su pérdida para el patrimonio nacional.
En algunos casos representan “el extravío del espíritu de una comunidad, que la dignifica y le da origen”. Finalmente, lamentó la falta de un marco normativo que permita exigir la recuperación y frenar el tráfico.
Para ello, dijo, es indispensable implementar catálogos en los que se registren estas piezas.
“También es necesario que los templos cuenten con inventarios y fotografías de las piezas que poseen, y que continuamente las vigilen, porque son tesoros de la nación”.