Ráfaga
Se desangra la UAM
Mañana se cumplen 90 días de la huelga en la Universidad Autónoma Metropolitana y 58 mil alumnos ya perdieron el trimestre.
¿Alguien se preocupa por esos jóvenes? Por lo visto nadie, ni el sindicato ni las autoridades encargadas de colaborar para la solución del conflicto.
Se trata de la huelga universitaria más larga de este siglo, y para muchos de esos 58 mil estudiantes va a implicar el fin de sus aspiraciones de contar con una carrera universitaria.
De acuerdo con diversos testimonios, han optado por trabajar o irse a la informalidad para aprovechar el tiempo, y una vez con ingresos ya no volverán a las aulas.
Otros deben trabajar porque necesitan el dinero, pues son de familias humildes y perdieron la beca.
Los líderes sindicales, por su parte, están inamovibles en su discurso de que “los de arriba” se bajen el sueldo para mejorar el salario de “los de abajo”.
¿De dónde lo aprendieron?
Ahí están los riesgos de la demagogia y de la polarización clasista.
Les dijeron a los ciudadanos que unos están mal por culpa de otros que están bien. Y así ganaron las elecciones.
Hoy, ya en el gobierno, cosechan los frutos amargos del encono social.
Por lo visto tampoco les preocupa demasiado, porque dejan pudrirse a la Universidad y a los sueños de decenas de miles de jóvenes que entraron con la legítima aspiración de ser profesionistas.
Pregunto: ¿por qué tienen que quitarle parte del sueldo al rector, a un físico, a una bióloga o a un arquitecto y entregárselo a un respetable trabajador que carece de preparación académica?
La Universidad ha dicho que sí, que se bajan los sueldos de los que ganan más, pero que ese remanente no se iría a salarios de los sindicalizados, sino a financiar actividades académicas.
En realidad la oferta de la rectoría de la UAM es buena: aumento de 3.35 por ciento al salario, más tres por ciento de “reajuste al tabulador”, es decir, también salario.
Hablamos de una oferta de incremento de ingresos de 6.35 por ciento, más vales de despensa. Es decorosa y se encuentra por encima de la inflación.
La Universidad Autónoma Metropolitana cumplió con sus trabajadores, y el sindicato se amarró en su demanda de 20 por ciento de aumento directo al salario.
Ante esa intransigencia no hay salida posible, salvo que las autoridades laborales hagan su trabajo y no lo están haciendo en el caso de la UAM.
Entre la obstinación del sindicato y la indiferencia de las autoridades, la UAM se desangra.
Además de los 58 mil alumnos que perdieron el trimestre, están los cuatro mil estudiantes que terminaron su carrera y no se han podido titular porque no hay quién les firme el título.
Tres mil proyectos de investigación están parados.
Un veinte por ciento de aumento salarial está fuera de las posibilidades de la Universidad que tiene un presupuesto de ocho mil 253 millones de pesos, de los cuales el 86 por ciento va para pagar sueldos, incentivos, compensaciones y becas.
No hay margen para ir más allá de la muy razonable oferta de la rectoría.
El sindicato tiene una exigencia adicional sobre la mesa: que las plazas de los trabajadores que realizan tareas administrativas susceptibles de hacerse por parte de personal sindicalizado, pasen al sindicato.
Lo anterior, ha dicho la Universidad, resultaría insostenible y se vería obligada a recortar personal.
No hay manera de que el conflicto se resuelva si no hay una reflexión de parte del sindicato.
O que las autoridades del ramo -porque se trata de empleados federales- se empleen a fondo con sus buenos oficios.
O que la comunidad universitaria salga a la calle a defender su gran casa de estudios.
Quizá así entiendan. Es su idioma