Poder y dinero/Víctor Sánchez Baños
Con López Obrador al frente del gobierno capitalino se escribieron las historias más negras de colusión, vía corrupción, entre delincuentes y autoridades de su administración que nunca castigó. Se nos olvida, pero hay hemerotecas. Y ya existía Crónica, jamás desmentida.
Van algunos casos para ayudar a la memoria, y confrontar las mentiras que hoy esparce el candidato presidencial de Morena acerca de su “dorado paso” por el gobierno de la capital.
Juan Carlos García Montante, uno de los más peligrosos jefes de bandas de secuestradores del país, reveló que con dos millones de pesos que repartió entre funcionarios del Reclusorio Oriente, dependiente del Gobierno del Distrito Federal, pudo sacar de la cárcel a su hermano Omar.
Al salir del reclusorio, Omar y Juan Carlos Montante realizaron cuando menos otros cinco secuestros de alto impacto.
Los funcionarios del penal que fueron sobornados por Juan Carlos Montante, a pesar de haber sido descubiertos, no la pasaron nada mal, como lo relataron los reporteros de Crónica Alejandro Sánchez y Carlos Jiménez: salieron bajo fianza.
Cuando Omar fue detenido, los agentes que lo arrestaron estaban de suerte. Según la declaración ministerial posterior de Juan Carlos Montante, para evitar que se llevaran a su hermano acordó entregar a los judiciales capitalinos una camioneta Sonora y una PT Crousier, un automóvil Honda, un Jetta y un Pointer. Además, 200 mil pesos en efectivo, un reloj Cartier, un Rolex de oro y un Longines. Todo eso fue depositado por Montante en el estacionamiento de un centro comercial, según su declaración.
El proceso, sin embargo, ya estaba avanzado y su hermano fue remitido al reclusorio, de donde lo liberó con dos millones de pesos entregados a funcionarios de López Obrador en el penal, obtenidos del secuestro de un empresario que le llamaron “El Árabe”.
Prácticamente no hubo un secuestro importante durante el gobierno de López Obrador donde no estuvieran involucrados policías de sus corporaciones. De todos los niveles.
Veamos este caso ilustrativo de la corrupción de las policías de AMLO:
La PGR detuvo en junio de 2004 a una banda de secuestradores a la que le seguía la pista desde hace tiempo, por su peligrosidad y porque se asentaban en el DF como los capos de la industria del secuestro.
La encabezaba César Gómez Enríquez, alias El César o El Diputado. ¿Por qué pudo ese sujeto y su banda conocida como Los Cobras escalar tan rápido a la cúspide de los secuestradores de la capital del país? Por lo siguiente:
Gómez Enríquez tenía escolta de la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal. Y no s{lo él, también su familia contaba con guardaespaldas proporcionados por la Judicial de AMLO. La escolta oficial a este secuestrador se otorgó mediante oficio fechado el 5 de agosto de 2002, según se anotó en la investigación 8520207.
Pero eso no era todo. La banda de secuestradores que encabezaba El César o El Diputado la integraban cuatro policías de elite de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal, además de un agente antisecuestros de la Policía Judicial capitalina. De esa banda era, y fue capturado por la PGR, Marco Polo Cervantes Hernández, subdirector adscrito a las Fuerzas Especiales del Grupo Cobra de la Secretaría de
Seguridad Pública del DF, quien era el responsable de la logística de la organización criminal.
La PGR siguió la pista y pudo capturar a más miembros de esa organización: cayeron Francisco López Martínez, policía del Grupo Alfa de la Secretaría de Seguridad Pública del DF. El último en caer de esa banda fue Janeth Nicanor Rojas, también del Grupo Cobra de la SSP del DF, quien participaba en la intercepción y detención de las víctimas.
Puros súper policías del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que hoy, ayudado por la desmemoria y su avalancha de publicidad personal que entonces pagó con dinero del erario capitalino, nos quiere engañar diciéndonos que va a bajar la delincuencia como hizo cuando fue Jefe de Gobierno.
Miente. Y miente más, como veremos mañana