Ráfaga
A veintiséis años de Lomas Taurinas, cada vez siguen saliendo pequeños trozos de la historia secreta de la sucesión presidencial de 1993 y del asesinato del candidato priísta Luis Donaldo Colosio en 1994. Ahora hay datos del clan de Carlos Slim Helú.
Como documentación para su nuevo libro LA FAMILIA. La Dinastía, los herederos del imperio Slim, el periodista José Martínez Mendoza, autor de Carlos Slim, retrato inédito, recopiló documentos no públicos, entre ellos las memorias de Juan Antonio Pérez Simón, uno de los socios más importantes de Slim y conocedor de los secretos de Temlex, aunque ahora con relaciones rotas. En el texto, al que tuvo acceso Indicador Político, Pérez Simón se refiere a la crisis en Lomas Taurinas, pero vistas desde los túneles del poder político y sus relaciones con el pode empresarial económico.
La parte de Colosio es la siguiente:
LA SUCESIÓN SANGRIENTA
El único que no tenía ninguna respuesta a todos estos problemas era el candidato (Colosio). Nadie se imaginaba cómo podría despegar, finalmente, su campaña. De feliz destapado pasó a incierto atrapado. Emilio Gamboa me confió que Colosio hizo una gran pregunta que nadie le pudo responder: “¿Por qué no me quiere el Presidente?”
En varias ocasiones, comentando con Liébano Sáenz, hablamos sobre las posibilidades de que Salinas haya empantanado a Colosio y de que, en su desesperación, él tuvo que empezar a negociar con gente de la oposición, ya del mismo PRI o de otros partidos o centros de poder. Era la conducta lógica de alguien que se sentía como en un islote, en medio de una campaña sin sustancia ni programa ni arranque, lo que desesperaba a sus colaboradores y al mismo sistema. Cuando Colosio quería dar visos de excesiva independencia, Salinas le recordaba la posibilidad de que Camacho llegara por otras vías. Colosio nunca supo bien a bien con qué cartas jugaba el Presidente.
Liébano Sáenz también me acercó más a Colosio, lo cual me ayudó a identificarme con él, ya que los dos surgimos de una cultura de esfuerzo y sensibilidad. Pertenecer a la corriente de la humanidad interesada en progresar, en alcanzar metas más cultas y continuar siempre en busca de caminos que abran horizontes y generen bienestar.
Siento que el ejemplo de esa cultura prosigue a través de la figura de Zedillo, a quien respeto.
Colosio en su inocencia, después de una cena con Camacho, salió feliz, informando después a todos sus colaboradores que ahora sí iba a despegar una campaña intensa y fuerte. Pero a los pocos días, en un idus de marzo en el norte de México, lo mataron. Así se inauguró la crisis política más grave desde la época de los caudillos, allá por la década de 1920.
Cabe señalar que tal vez nunca sepamos lo que sucedió aquella tarde en Lomas Taurinas. Meses después fui con Emilio Gamboa, secretario de Comunicaciones, a Tijuana. El sitio le recordaba la enorme cercanía que llegó a tener con el candidato… Emilio seguramente contaba ya con una cartera sexenal, que lo hubiera llevado a los más altos niveles.
El lugar era impresionante: un escenario negro perfecto para tan aberrante crimen. Una barranca sumida, con la salida entrampada por medio de un pequeño puente por el que difícilmente pasa un coche, con una salida escarpada y muy estrecha. Una terrible trampa, de la que era imposible escapar. Se me oprimió el espíritu al ver ese lugar tan ominoso.
Colosio fue víctima de un destete que el Presidente consideró prematuro. Colosio y su equipo se alejaron demasiado del régimen, sin respetar los espacios que entraña la sucesión al estilo mexicano. Pronunció discursos que no le gustaron al sistema, sostuvo conversaciones privadas que lo llevarían a insinuar promesas tal vez demasiado optimistas. Se sentía la presión que ejercía su equipo, en su desesperación por no despegar. Por otro lado estaban la vanidad y el talento del “preciso”, que sentía que le estaban acelerando los tiempos de la sucesión, lo que no le gustó. Hizo comentarios adversos, envió señales que en política muchas veces son imperceptibles o difíciles de traducir. Criticó el carácter impulsivo del norteño, dudando de su capacidad. Hasta se hicieron chistes al respecto. Todo indicaba que algo raro estaba pasando.
En este contexto se produjo el fatal incidente. A Colosio lo mató el país que iba descubriendo, a través del cual adquirió conciencia de que las cosas no podían seguir igual. Y así también murió una esperanza, pues él percibía con claridad a un pueblo necesitado de cambios.
¿Qué tipo de fuerzas decidieron deshacerse de él? Si fueron de tipo político, económico, o de cualquier otra naturaleza, con móviles racionales o irracionales, no importa ya. Lo que si trascenderá es la impunidad con que el mismo sistema permitió que se resolviera, con medidas extremas, un conjunto de problemas.
Al morir Colosio, sale Camacho de la jugada, se limpia el sistema y se purifica el PRI. Pero por poco tiempo … ya que en la segunda designación, rápidamente, el destape de Zedillo enturbia y desgasta otra vez el sistema, y regresa la complicación de un país expectante, temeroso y completamente manipulado por una inteligencia suprema que sabe sortear los golpes aniquiladores con astucia y habilidad inusitadas.
Después de la muerte de Colosio, las mismas “fuerzas oscuras” que estuvieron detrás de ella siguieron enrareciéndolo todo. Soltaron la jauría, lo que hizo que todo el proceso de cambio de gobierno fuera aún más difícil, y se complicara antes y después de las elecciones.
Así, Ernesto Zedillo fue el nuevo candidato porque, como dijo Salinas, “no había otro …”.
Política para dummies: La política es… muy cruel.