Campañas grises, candidatos sin proyectos nacionales
El presidente electo no tiene quien le diga… que la campaña, ya terminó.
Que es el momento de hacer conciencia, aprovechando su liderazgo, de que hay que redoblar los esfuerzos, el trabajo, el estudio, la iniciativa, la creatividad, la innovación y sobre todo, la responsabilidad, el sentido del deber, el cumplimiento de la ley y de las obligaciones inherentes a cada caso, como padres y madres de familia, como hijos, como vecinos, como comunidad, como ciudadanos, como profesionistas, como maestros y como servidores públicos.
Porque la única forma de mejorar, como personas y como país, es que todas y todos, debemos ser productivos y para lo cual se requerirán ajustes legales tendientes a la inclusividad en todos los aspectos, en tanto que como gobernante, va a requerir que las y los mexicanos cumplan con sus propios deberes, de lo contrario, por más que se hagan cosas que sean buenas y benéficas, si los gobernados no cumplen con su parte, me temo que las cosas van a seguir igual, en particular, en cuanto al cumplimiento de la ley.
Ojalá haya alguien que le diga al presidente electo, lo que ha encontrado Santiago Levy: “La prosperidad no se produce en un vacío; tiene lugar en circunstancias específicas en un momento y lugar determinados. Actualmente en México, bien podría ser que la prosperidad sólo pueda darse si se comparte mediante políticas e instituciones incluyentes. Una prosperidad compartida está al alcance pero, para llegar a ella, algunas creencias profundamente arraigadas y algunas afirmaciones hechas a menudo en el discurso político de México tendrán que cambiar. Algunos puntos de vista sobre las relaciones entre la política social y la política económica también tendrán que modificarse. Y habrá que enfrentar intereses atrincherados. Un reto ideológico y político formidable, sin duda, pero potencialmente también una oportunidad maravillosa.”
En este contexto, aquí ya habíamos planteado lo siguiente: el próximo gobierno federal debe dar preferencia a los olvidados y a los más pobres, dotándolos con servicios de salud y de educación, por un lado, pero por el otro, mejorar con urgencia el grado de competitividad y el nivel de productividad, de todas las regiones del país. Para tales efectos, se requiere incrementar la inversión pública, en mayor y mejor infraestructura, seguir atrayendo mayor inversión privada, elevar la eficiencia en el aprendizaje y alcanzar mayores niveles de escolaridad, pues en tanto sigamos arrastrando analfabetismo y niveles de escolaridad inferiores a los 12 años, será imposible aspirar a una mayor y mejor igualdad económica. Urge activar zonas y regiones del país deprimidas económicamente, que así han persistido desde la época prehispánica, pasando por la época colonial, la Independencia, la Reforma y la Revolución, llegando así hasta el presente siglo XXI y eso que no había Neoliberalismo.
Ojalá haya alguien que le diga al presidente electo que el país sí estuvo en bancarrota hace 36 años, justo antes de que empezaran a aplicarse políticas neoliberales. En agosto de 1982, en el fin del gobierno de José López Portillo, el entonces secretario de Hacienda, Jesús Silva Herzog, anunció la suspensión de pagos a acreedores extranjeros, e inició una renegociación de la deuda con Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
“A México le tomó más de una década poner en orden sus finanzas públicas y generar nueva credibilidad”, dice Mariana Campos, de México Evalúa (animalpolitico.com)
Seguramente al presidente electo, ya se le olvidó lo que expresó su próximo titular de la Secretaría de Hacienda, Carlos Manuel Urzúa Macías, quien presumió la situación económica de México: “No me alegro por desgracias ajenas, pero hay varios países emergentes que no están en un buen momento, como Argentina, Brasil, Turquía, incluso desarrollados como Italia… Nosotros a los ojos del mundo somos casi un oasis… Nos ha ido muy bien y se alinearon todos los astros y diosito es bueno… Estamos muy bien, el tipo de cambio está muy bien… Todavía creemos que puede ser mejor la situación cambiaria… Si es que logramos negociar el TLCAN antes de fin de año… podemos llegar a niveles de 18 y tantos, lo cual sería extraordinario” (OEM y El Financiero. 5.07.18).
La cuestión social de México no es propiamente económica. Más bien es una cuestión de igualdad de oportunidades para todas y todos, es decir, que no haya monopolios económicos ni monopolios políticos, por lo que ha sonado la hora de la inclusividad, de más sociedad civil y de un sistema semipresidencial. En fin, ha sonado la hora de Cero Impunidad.
Habrá alguien que le diga al presidente electo que ¡No es la Economía! ¡Es la Impunidad! Ésta es la Cuestión.