Escenarios nacionales/José Luis Camacho Acevedo
Constitucionalmente existe el ciudadano. Sujeto de derechos, también de obligaciones y deberes jurídico-políticas. Ésta es la cuestión.
Porque socialmente, aunque existen organizaciones e instituciones, no han impulsado la formación, el desarrollo y el crecimiento de las y los ciudadanos.
Las familias y las instituciones educativas, tampoco han hecho su parte para formar y desarrollar, ciudadanas y ciudadanos.
La acreditación que tenemos como ciudadanos mexicanos, nos reconoce como partes integrantes de nuestro país y por lo tanto, partes interesadas en lo que acontece dentro de nuestras fronteras, obligados a participar, intervenir, actuar y si fuere el caso, a dirigir el curso de esos acontecimientos.
Somos conscientes de que somos habitantes, pero no hemos desarrollado plenamente la conciencia de ser ciudadanos.
Más de uno y más de una, en particular en Tlaxcala, no estarán de acuerdo con esta visión, de déficit de ciudadanía.
Sin embargo, el porcentaje de habitantes, que teniendo credencial de elector, no votan en las elecciones, es apabullante.
Todavía mayor, es el porcentaje de habitantes que votan en las elecciones y manifiestan públicamente su rechazo a la política.
En este caso, votan, pero no participan en sus ámbitos donde deben intervenir y actuar: escuelas, sindicatos, gremios, colonias, municipios y organizaciones.
Luego entonces, en este punto, estamos confirmando justamente ésta falta o ausencia de ciudadanía.
El punto es, que los círculos rojos y actores políticos, cuestionan de manera cotidiana, la Democracia que tenemos y practicamos en México, su calidad y su legitimidad.
Lo paradójico, es que quienes han hecho el diseño de la Democracia en México, son precisamente esos mismos actores políticos los que la cuestionan.
Esos actores políticos y los círculos rojos, no han contribuido a y en la formación de ciudadanía. Creen que con cuestionar a la Democracia y sus instituciones, “ya son demócratas” y “no son corruptos”.
Es una realidad, que tenemos una Democracia deficiente, pero porque los mismos actores políticos así lo han querido. Así les ha convenido, porque la demagogia es más fácil que la Democracia, aunque la demagogia no es lo mejor para el país, es decir, no es lo mejor para las y los mexicanos.
Es muy fácil emplear los halagos y las falsas promesas, eso hace popular al demagogo, aunque sepa de antemano que será difícil cumplir las promesas, por lo que usa una serie de dichos y clichés para convencer al pueblo y convertirlo en instrumento de su propia ambición política.
Por lo anterior, México requiere hacer conciencia de ciudadanía entre sus habitantes y nadie va a hacerlo, si no lo hacemos precisamente las mexicanas y los mexicanos.
Formar ciudadanas y ciudadanos, es una tarea que tiene que empezar en las familias y en las escuelas, continuar en los sindicatos, gremios, colonias, municipios y organizaciones.
Entre mayor sea la proporción de ciudadanas y ciudadanos, entre las y los habitantes mexicanos, en esa misma medida, habrá entonces una sociedad civil realmente presente, activa, participativa, que interviene para orientar o reorientar el curso de los acontecimientos que suceden en nuestro país.
Si tenemos una ciudadanía cada vez mayor y una sociedad civil vertebrada, tendremos entonces, gobiernos, gobernantes y representantes populares, obligadamente mejores y demócratas, pues no tendrán alternativa. Y en todo caso, la alternativa será, su destitución, la devolución de los recursos y bienes mal habidos y en los casos que así proceda, la cárcel. En igual forma, las ciudadanas, ciudadanos, empresas y organizaciones, que estén involucrados en actos ilícitos.
Ciudadanía, sociedad civil vertebrada y niveles de gobierno, actuando juntos, harán posible que disminuya y se cierren los espacios para la corrupción, la impunidad y la violencia. Males que fueron y son posibles, en tanto hay ausencia de ciudadanas y ciudadanos y carecemos de una sociedad civil vertebrada.