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CIUDAD DE MÉXICO, 19 de abril de 2020. — El Papa Francisco aseguró este domingo, en que la Iglesia Católica celebra a la Divina Misericordia que esta “no abandona a quien se queda atrás”.
El Santo Padre realizó esta afirmación durante la Misa que celebró este 19 de abril en la iglesia de Santo Spirito in Sassia de Roma, en donde exhortó a no dejar a nadie atrás en medio de la crisis del coronavirus Covid 19.
En este sentido, el Pontífice hizo un llamado a no dejar a nadie atrás en la pandemia de coronavirus que está padeciendo el mundo. Advirtió que “ahora, mientras pensamos en una lenta y ardua recuperación de la pandemia, se insinúa justamente este peligro: olvidar al que se quedó atrás”.
“El riesgo es que nos golpee un virus todavía peor, el del egoísmo indiferente, que se transmite al pensar que la vida mejora si me va mejor a mí, que todo irá bien si me va bien a mí.
Se parte de esa idea y se sigue hasta llegar a seleccionar a las personas, descartar a los pobres e inmolar en el altar del progreso al que se queda atrás”, dijo, según registró la Agencia Católica de Informaciones.
Francisco aseguró que “esta pandemia nos recuerda que no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren: todos somos frágiles, iguales y valiosos. Que lo que está pasando nos sacuda por dentro.
Es tiempo de eliminar las desigualdades, de reparar la injusticia que mina de raíz la salud de toda la humanidad”.
El Papa afirmó que “Dios no se cansa de tendernos la mano para levantarnos de nuestras caídas”, y puso de ejemplo el caso del apóstol Tomás.
Tomás estaba ausente cuando Jesús se apareció a los apóstoles después de resucitar, y no se creía que el Señor hubiera resucitado y se hubiera aparecido a sus amigos.
“¿Qué hizo Jesús ante esa incredulidad temerosa?”, se preguntó el Papa. “Regresó, se puso en el mismo lugar, ‘en medio’ de los discípulos, y repitió el mismo saludo: ‘Paz a vosotros’. Volvió a empezar desde el principio. La resurrección del discípulo comenzó en ese momento”.
“La mano que siempre nos levanta es la misericordia”, indicó el Papa. “Dios sabe que sin misericordia nos quedamos tirados en el suelo, que para caminar necesitamos que vuelvan a ponernos en pie”.
El Pontífice continuó “Él no quiere que pensemos continuamente en nuestras caídas, sino que lo miremos a Él, que en nuestras caídas ve a hijos a los que tiene que levantar y en nuestras miserias ve a hijos a los que tiene que amar con misericordia”.
Tomás pudo tocar las llagas del Maestro “y descubrió lo que Jesús había sufrido por él, que lo había abandonado. En esas heridas tocó con sus propias manos la cercanía amorosa de Dios.
Tomás, que había llegado tarde, cuando abrazó la misericordia superó a los otros discípulos; no creyó sólo en su resurrección, sino también en el amor infinito de Dios. E hizo la confesión de fe más sencilla y hermosa: ‘Señor mío y Dios mío!’.
Así se realiza la resurrección del discípulo, cuando su humanidad frágil y herida entra en la de Jesús. Allí se disipan las dudas, allí Dios se convierte en mi Dios, allí volvemos a aceptarnos a nosotros mismos y a amar la propia vida”.
“En la prueba que estamos atravesando, también nosotros, como Tomás, con nuestros temores y nuestras dudas, nos reconocemos frágiles. Necesitamos al Señor, que ve en nosotros, más allá de nuestra fragilidad, una belleza perdurable. Con Él descubrimos que somos valiosos en nuestra debilidad, nos damos cuenta de que somos como cristales hermosísimos, frágiles y preciosos al mismo tiempo”.
En esta fiesta de la Divina Misericordia “el anuncio más hermoso se da a través del discípulo que llegó más tarde. Sólo él faltaba, Tomás, pero el Señor lo esperó.
La misericordia no abandona a quien se queda atrás”. Dame tu miseria Por otra parte, el Papa Francisco reflexionó sobre el significado de la iglesia de Santo Spirito in Sassia en la que celebró la Misa:
“Hoy, en esta iglesia que se ha convertido en santuario de la misericordia en Roma, en el Domingo que veinte años atrás san Juan Pablo II dedicó a la Divina Misericordia, acojamos con confianza este mensaje.
Jesús le dijo a santa Faustina: ‘Yo soy el amor y la misericordia misma; no existe miseria que pueda medirse con mi misericordia’”.
Subrayó que “en otra ocasión, la santa le dijo a Jesús, con satisfacción, que le había ofrecido toda su vida, todo lo que tenía.
Pero la respuesta de Jesús la desconcertó: ‘Hija mía, no me has ofrecido lo que es realmente tuyo’. ¿Qué cosa había retenido para sí aquella santa religiosa? Jesús le dijo amablemente: ‘Hija, dame tu miseria’”.
Por ello, “también nosotros podemos preguntarnos: ‘¿Le he entregado mi miseria al Señor? ¿Le he mostrado mis caídas para que me levante?’.
¿O hay algo que todavía me guardo dentro? Un pecado, un remordimiento del pasado, una herida en mi interior, un rencor hacia alguien, una idea sobre una persona determinada…”.
“El Señor espera que le presentemos nuestras miserias, para hacernos descubrir su misericordia”, aseguró el Papa Francisco.